viernes, 26 de marzo de 2010

Philippe Ménard, el misterio del hielo


Por Camilo Vargas


Phillipe Ménard es el cerebro detrás de y protagonista de la obra PPP, un festival solitario de malabarismo de alto riesgo. El hielo, el elemento que utiliza en escena, le sirve para retratar la dolorosamente bella experiencia de cambiar de sexo ante el mundo.


Fotos de: Andrea Romero

La preparación para la obra generalmente toma cinco días antes de la primera presentación. En su llamado “laboratorio de hielo”, el equipo de la compañía Non Nova debe preparar alrededor de 4 mil kilos de agua congelada en bloques, esferas y granizado o nieve.

La líder de la compañía, autora y protagonista de la obra se llama Philippe Ménard, y aunque todavía lleva su nombre masculino de nacimiento, cuando nos la señala el equipo de prensa del Festival nos encontramos con una figura femenina, alta, esbelta y delicada. Es la impensable pero perfecta fusión de Roberto Benigni y Coco Chanel. Su voz es pausada y dulce, y se dirige a todos con amabilidad, sin pretensiones, con una sencillez que transmite con su mirada cálida a los ojos del interlocutor. El hielo sobre las estufas de crepería y la fabricación de los elementos para la
obra causa sensación entre los periodistas.

Bajo el encanto innovador de este espectáculo, se encuentra el manifiesto personal de una artista cuya sensibilidad salta a la vista. Philippe Ménard se suma a toda una tradición de artistas transgeneristas, que como Antony Hagarty en la música, celebran la condición humana desde ese terrorífico lugar que es el tránsito entre sexos con la desgarradora claridad que les permite su increíble talento.

A sus 37 años, Ménard ha sido autora de una decena de obras, ha fundado su propia compañía, y a través de todo su trabajo se ha rebelado contra toda clasificación de género, tanto en su sexualidad como en su trabajo artístico. Comenzó en el malabarismo a los 18 años, y desde entonces ha madurado creativamente, alejándose de la aparente alegría y entretenimiento que se asocia con el arte circense. Ménard ha desarrollado una filosofía de la expresión, de la experiencia artística y de la honestidad al denunciar indignaciones políticas.

Trato simp
lemente de escribir lo que necesito decirles que veo del mundo. Yo no busco hacer espectáculos bonitos. Ni siquiera sé qué es el espectáculo. Lo que sé es que no escogí nacer, escogí continuar viviendo. Y lo que me hace vivir es observar el mundo y a veces necesito ser testigo de lo que veo del mundo. PPP hace parte de eso, pero antes hubo diez obras más. Hablé de la identidad, pero también hablaban del combate del ser humano por la dignidad humana, por las mujeres, por muchas cosas.


Position Parallèle au Plancheur, la obra que viene a presentar en el festival, es su última creación, es la última de sus rebeldías silenciosas pero viscerales, contra un mundo y un medio que repetidamente le ha sido hostil y que claramente ha lastimado su sensibilidad. Por ello, Ménard se rehúsa a ser el payaso circense que llora internamente.

PPP viene de una gran cólera. Llevo 20 años en escena. En Francia, somos, todavía como en muchos lugares, categorizados cerradamente, como teatro, circo, arte de mimos, pero yo utilizo todo lo que me parece necesario para mi escritura. Danza, video, teatro, todo lo que necesite. Me peleé con muchos directores de teatro. Un día uno de los grandes directores del teatro franceses, me dijo que tenía que hacer un espectáculo “para complacer al público” (Pour Plaire au Publique, ppp) y yo le respondí “Ah sí, ¿para ser la puta?”. Entonces, decidí que este espectáculo se llamaría PPP, pensando en “complacer al público”, “para hacer la puta”. Porque pase lo que pase, terminamos en posición recostada. Pase lo que pase llegaremos a la posición paralela al piso. Y en este espectáculo, termino muy a menudo en posición paralela al piso.

Pero, ¿por qué el hielo? ¿Por el simple placer de experimentar? El hielo en todas sus formas es el co protagonista silencioso de esta obra, es el elemento principal que invade el espacio.
Escogí el hielo porque es un material que se transforma, es la mejor manera de decirles que nosotros nos transformamos todos y todas. En tanto que persona transgenerista, yo me transformo. Y como he escogí hablar de la cuestión de la identidad, escogí una materia que pueda expresar la transformación, materia que pueda ser atractiva y repulsiva. El hielo nos atrae y al mismo tiempo le tenemos horror. Escogí trabajar con el hielo porque es repulsivo y porque es bello, como toda persona trans.

El primer encuentro con el hielo fue puramente accidental. Pero con él, llegó la inspiración de una serie de ideas que llevaron al planteamiento de la obra, en un momento en que la artista decide además, en 2007, cambiar de sexo a través de una operación. De alguna manera, el contacto con el frío hostil y repelente del agua congelada evoca para Ménard la experiencia de vivir el rechazo, la intolerancia y la desesperanzadora crueldad de las relaciones humanas, la hostilidad y la fascinación frente a todo lo diferente.

El hielo lo encontré por accidente en África, en Burkina Fasso. Estaba en una gira larga en el oeste de África, y hacía cada vez más calor. Estaba muy deshidratada. Hacía 40 grados dentro del teatro y le pregunté al director si había alguna forma de enfriar el espacio. Me dijo que había un viejo método africano que era colocar grandes bloques de hielo frente a un ventilador. Estar a 30 cm del bloque era genial porque te refrescaba un montón. Pero durante una hora y media estuve bailando y moviéndome en el espacio, en todos los sentidos. Y durante esa hora y media yo veía el hielo y no tenía ganas sino de posar mis nalgas sobre ese bloque. Y ahí tuve la idea. Un material que es bello y atractivo y al mismo tiempo da miedo. La misma relación que yo vivo con los seres humanos.

A lo largo de la obra, la protagonista, enteramente vestida de mujer, despliega virtuosamente sus dotes de malabarista utilizando bloques de hielo, granizo y bolas de nieve que se van derritiendo mientras cuelgan sobre su cabeza esferas de hielo que caen aleatoriamente sobre el escenario. La melancolía, la soledad y la nostalgia de ese espacio oscuro y helado donde se desenvuelve el alegre arte del malabarismo, se convierte así además en un lugar riesgoso, un espacio solitario que puede dañar en cualquier momento el desprevenidamente alegre y delicado cuerpo de Ménard.


El hielo en sí mi
smo no es peligroso. Lo que es peligroso es que esté suspendido sobre mi cabeza. Y que cae de manera aleatoria. Son como cuchillos sobre la cabeza. Es mi manera de decir que trabajo en un espacio riesgoso. Ustedes NUNCA querrían estar en mi lugar. Nadie quisiera estar en el lugar de una persona transgénero. Entonces, yo les propongo imaginarse estando en mi lugar. Les presto mi cuerpo para vivir la experiencia del hielo. El contacto del hielo a menos 20 grados directamente con mi cuerpo. Que me puede golpear. Y que a medida que pasa vuelve el espacio muy resbaloso. Como para todo el mundo el espacio es peligroso, pero seguimos viviendo incluso en un espacio peligroso, nos adaptamos, es una opción de vida, por eso estoy ahí para mostrarles algo, para hacerlo vivir algo. Mi teatro es un teatro de la vida.

PPP no es entonces simplemente un “cuestionamiento de la identidad”, como la catalogan los medios. Es la invitación a una experiencia en cuerpo prestado. Es un relato personal y una reivindicación, que alcanza dimensiones políticas por las injusticias sociales que generan el dolor, la frialdad, y el peligro que, según la artista, sólo el contacto con el hielo puede representar.

Uno no sabe si yo soy un hombre o una mujer, entonces, desde ya tenemos miedo. ¿Pero miedo de qué? ¿El amor? El amor no tiene peligro. Simplemente se trata de escoger ser. Ser más que un sexo, que un género, sino en lo humano. Pero muy a menudo en las aduanas me tengo que desvestir. Sobre todo en la aduana francesa me tengo que quitar toda la ropa. Porque en Francia no me pueden dar papeles que correspondan a mi género.

La obra es además la intersección de varias artes, performance, a la vez que monólogo a la vez que arte circense de alto riesgo.

PPP es un monólogo, entonces es como si cada vez yo tuviera que leer mi parte, pero también es un performance, y en la definición de performance está el hecho de que no pueda reproducir lo mismo. No sé si puedo reproducir la obra cada vez. Es el hielo el que decide. Yo trato de llegar hasta el final. Hasta ahora todavía estoy aquí.

Queda por preguntarse por el papel del espectador ante una obra que reta de esa manera las clasificaciones. ¿Cómo espera la artista ser leída? ¿Cuál es el papel que debe asumir el público en medio de todo esto? Ménard reivindica una vez más, su filosofía de la creación artística y del teatro, ese teatro esencialmente libre.

El lugar del espectador yo no lo conozco. Reivindico la libertad del espectador, porque es el espectador que reivindica la libertad del artista. Trato de escribir de la manera menos didáctica posible, no soporto el teatro didáctico. No estoy aquí para darle lecciones a nadie. Estoy aquí para despertar alguna parte de la imaginación. Mi imaginación funciona, incluso debo pararla a veces. Mi trabajo es hacer que el espectador, aquí, él, despierte su imaginación pero en su propia historia. No en la mía. Alguna personas verán la cuestión de la identidad, la cuestión trans, y otras no verán sino una proeza en el hielo, y algunas personas tal vez llorarán, reirán, querrán gritar; yo reivindico ese teatro.




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